viernes, 8 de abril de 2016

El cinismo no cede.


-Pasemos ahora a la segunda parte de la discusión, a la política. Primero quisiera preguntarle al señor Foucault por qué le interesa tanto la política, ya que me dijo que le interesa de hecho mucho más que la filosofía.
-Su pregunta es: ¿por qué me interesa tanto la política? Si pudiera responder de una forma muy sencilla, diría lo siguiente: ¿por qué no debería interesarme? Es decir, qué ceguera, qué sordera, qué densidad de ideología debería cargar para evitar el interés por lo que probablemente sea el tema más crucial de nuestra existencia, esto es, la sociedad en la que vivimos, las relaciones económicas dentro de las que funciona y el sistema de poder que define las maneras, lo permitido y lo prohibido de nuestra conducta. Después de todo, la esencia de nuestra vida consiste en el funcionamiento político de la sociedad en la que nos encontramos.
De modo que no puedo responder a la pregunta acerca de por qué me interesa; sólo podría responder mediante la pregunta respecto de cómo podría no interesarme.
-Está obligado a estar interesado, ¿no es así?
-Sí, al menos no encuentro nada extraño que sea digno de una pregunta o de una respuesta. No estar interesado por la política es lo que constituye un problema. De modo que, en lugar de preguntarme a mí, debería preguntarle a alguien que no esté interesado por la política y entonces su pregunta tendría un fundamento sólido, y usted tendría todo el derecho de gritar enfurecido "¿Por qué no te interesa la política?"




Cuando empezamos el año nos encontramos con una serie de spots de Radio y Televisión Argentina (RTA) denominada “#CederLaPalabra”. Parece que para unir a los argentinos (así dicen ahora, tal cual era uno de los tres objetivos del presidente Macri), decidieron lanzar una suerte de campaña pacificadora donde hablan distintas personalidades de la nación buscando poner fin a lo que pintan como una situación extrema -símil guerra civil- que padecimos los argentinos durante el anterior Gobierno. En palabras de La Nación, estamos en presencia de una “campaña antigrieta”. Salvo honrosas excepciones, como Felipe Pigna o Ingrid Beck, el resto de los participantes de tan noble iniciativa se posiciona en modo Miss Universo y reitera al unísono el latiguillo antiK que fue harto publicitado -incluso por Tinelli, en una performance notable- para desgastar al anterior Gobierno: necesitamos desterrar esa costumbre (inyectada por el kirchnerismo, obvio) de que quien piensa distinto es mi enemigo; al contrario, debemos tolerar las opiniones diferentes, la mirada del otro me enriquece, hay que saber escuchar, aguante la convivencia, las mariposas le aportan una bella armonía a la primavera, etc.

En rigor, lo que intentaron e intentan deslegitimar todo el tiempo es la (saludable y necesaria) inquebrantable voluntad del kircherismo por levantar la vara e incentivar el debate de políticas públicas en la ciudadanía, exponiendo -si, a veces mediante ese sacrilegio llamado Cadena Nacional- proyectos transformadores, con argumentos y buscando elevar el nivel de toda la clase dirigente, con el Congreso Nacional como estandarte. Desde la recuperación de AySA, el Correo o Aerolíneas, hasta YPF con la soberanía hidrocarburífera y la ley cerrojo.



Nos quieren hacer creer que tomar postura y discutir está mal, que no es normal (¿Alguien observará a EEUU, donde sólo hay 2 opciones políticas desde siempre, como un país donde hay una grieta?), y que confrontar es un disvalor. Nos quieren circunscriptos al Bailando, el fútbol, el pronóstico extendido y los colores del arcoiris. El propósito no es nuevo y se nota demasiado: con la sociedad entretenida con cuestiones secundarias es muy sencillo hacer desastres (de hecho alguien, hace unos meses, habló de “banalidades, mientras nos pasan elefantes por la espalda”). Recordemos que en los ’90 el mismo periodismo que ahora quiere silencio para evitar “divisiones”, utilizaba un mecanismo similar donde buscaba indignar a la ciudadanía con una Ferrari y los gatos de Olivos, mientras se hacía una vergonzosa entrega del patrimonio y la soberanía nacional, empujando fuera del sistema a millones de compatriotas. Entonces, porque hay que terminar con los enfrentamientos, hace unos sábados, por ejemplo, el fanático, ideologizado, confrontativo y político Kliksberg le cedió -vía Lombardi- la palabra a un documental sobre el proceso de extracción de perlas en el mar australiano. También Navarro, un domingo, tuvo que ceder su palabra en relación a #ElSocioDeMacri, donde iba a exponer la incestuosa relación económica del presidente Macri y su mejor amigo. También teleSUR, que va camino a ceder su palabra agresiva, en favor de la pacifista CNÑ. Y, siguiendo con el plano internacional, al excelente periodista Pedro Brieger parece que también le toca #CederLaPalabra.



Volviendo al llano, lo que ocurre es que han establecido una serie de condiciones a partir de las cuales buscan hacernos sentir a los kirchneristas como unos fanáticos (no en el sentido Evita -compromiso-, sino RAE -algo desmedido-) y desubicados, buscando algo evidente: disminuir la presencia de esas opiniones en el debate público. Han instalado un sistema en el cual vomitar memes antiK no es algo agresivo ni político ni está mal, pero exponer fundamentos acerca del apoyo a distintas posiciones del kirchnerismo SÍ lo es, siendo además algo reprobable que viene a arruinar la unión familiar y la convivencia. Es realmente notable. En ese marco, a quienes estamos comprometidos con el proyecto político que comenzó el 25/05/03 buscan hacernos sentir unos parias en cualquier tipo de reunión. Así nos encontramos, por ejemplo y de repente, en lugares donde tenemos que bancarnos comentarios como “A estos negros de mierda hay que matarlos a todos”, "Máximo lo mató a Néstor", “Y sí, ahora cualquier puto anda de la mano por la calle”, "Si ELLA les paga para que se embaracen, ¿cómo querés que laburen?" y también grupos de WA, donde los intercambios oscilan entre culos y putear a los K. Frente a eso, cuando uno decide -esquivando cachetes y chicanas futboleras- refutar alguna de todas las frutas, es que salta el fundamentalismo doñarosesco pidiendo que paremos de pelear, que basta de política, que se arruina el grupo, etc.

Entonces, desde la juventud politizada en estos años y frente a tanta acusación de estropeadores de reuniones sociales/laborales, es que uno se permite reflexionar dos segundos, ante la interpelación de personas que te conocen desde hace tiempo y te preguntan "¿Qué te pasó? Antes no eras así, te lavaron la cabeza", y la conclusión es bastante elocuente: si a los 22 (o 25 o 28 o 30) años hay gente que habla de los mismos temas que a los 13 (mujeres, fútbol, logística para un asado, escabio, la familia), ¿de quién es el problema? ¿Quién está mal? ¿Nosotros, que nos permitimos analizar y hablar de la cuestión pública -que es la cosa de todos- y que es definida por la política, o las cabecitas que, aún siendo PEA (Población Económicamente Activa) y teniendo posibilidades de proyectar y analizar con responsabilidad el futuro, siguen con cabecita de viaje de egresados?

Parece no haber mucho drama con el chiquitaje, con mirar el programa donde 20 antiK le gritan a 2 kirchneristas, etc.; si, en cambio, parece molestar (y mucho) cuando se empieza a complejizar la discusión, hablando de políticas públicas y más allá de la novia de algún diputado. El problema, entonces, tiene su génesis cuando alguien osa trascender el nivel Wikipedia. Ahí se arma la Grieta, antes todo bien. Puteando a Máximo por la cuenta que no existía en un banco que no existía, no era confrontar ni dividir ni nada malo. Permitirse cuestionar los despidos masivos, la devaluación o los tarifazos de Macri es ser un hostil impaciente y caradura, que quiere prender fuego el país y no espera la bonanza que vino a traernos El Gerente.

Volviendo a quienes bajan línea al llano, desfilan por esta conmovedora y patriótica iniciativa algunos personajes que rápidamente pasaron de la agresividad contra el kirchnerismo, a recitar frases del Dalai Lama. Algo admirable, sin dudas.

Una de ellas es la lúcida periodista independiente Silvia Fernández Barrio, alguien que encontró el reconocimiento masivo a partir de transmitir convivencia en un show televisivo nocturno donde se juega a la política. Silvia, luego de haber estado bastardeando durante meses a su compañero identificado con el kirchnerismo, al decir que se codeaba con la corrupción y tenía gastos inexplicables, nos cuenta que la bocha es que haya “tolerancia, respeto, entendimiento (...) un poquito de amor del que yo tengo, se lo puedo dar al otro (...) extender una mano”.

Otra de estas personalidades que se han esmerado por enriquecer nuestra democracia es el periodista Román Lejtman, quien -muy medido y racional- luego de la muerte de Nisman apuntaló la paz política y social agitando versiones de renuncia de Cristina. Pero ojo, ahora nos cuenta que hay que “respetar al otro, aceptar su idea (...) que piensa distinto es sólo que piensa distinto, pero vive en el mismo país y tiene la misma bandera, el mismo color en su corazón y las mismas intenciones: busca la felicidad de todos”. Conmovedoras palabras, realmente.

Alguien que también es imprescindible para mejorar el respeto, el diálogo y todo eso es el filósofo Santiago Kovadloff, quien contribuyó con sus expresiones estimulando el odio de la ciudadanía hacia la ex primera mandataria y la Procuradora General de la Nación, haciendo elucubraciones a horas de acaecida la muerte del fiscal de la Embajada y sin un solo elemento contundente como para elaborar alguna hipótesis seria acerca de las causas del trágico final de la vida de Nisman. El monje tibetano Kovadloff, al sugerir que el Gobierno mandó a matar a un fiscal y tirarle con el cadáver aún tibio a la Presidenta, sin duda estuvo preocupado por “(...) crear condiciones propicias para que nuestro encuentro con el otro esté signado por la paz”.

Fernando Iglesias, que trató a Néstor Kirchner de “Monarca absolutista” y sostiene que el peronismo es el culpable de todos los males de la Patriaahora nos dice que “una sociedad moderna y democrática tiene que ser pluralista (...) querer dividirla en dos bandos, querer que uno de esos bandos es dueño dela verdad y el otro es simplemente el mal, es un grave error”. Y como una muestra de ese espíritu noble es que, por ejemplo, se mofó del secuestro virtual que sufrió Sandra Russo.

El actor Oscar Martinez también ha contribuido a la convivencia. Ahora habla de “desterrar el fanatismo, de cualquier signo (...) hasta futbolístico. El fanatismo es irracional y no concibe la existencia de lo diferente. Respetar la naturaleza del otro. Aceptar la naturaleza del otro”. Está claro que su concepto de fanatismo es el de la RAE, y no el de Evita. Sus intervenciones en la mesa de Legrand interpelando al director Szifrón fueron elocuentes: el socialismo es un germen que acabó con los ricos y no con los pobres. En otra simpática comida, habló en tono pacifista del periodismo con una línea editorial distinta a la de Macri y que ahora ha tenido que ceder la palabra, calificándolo de “aparato de prensa de destrucción del pensamiento opositor”. También señaló que lo de sus colegas que apoyaron al kirchnerismo se trató de “gente notoria, cooptada para que sean poleas de transmisión de su doctrina” y que Cristina le resulta intolerable. Todas opiniones dirigidas a fortalecer la pluralidad, sin dudas.

El transeúnte de la estación Constitución Daniel Sabsay, no quiso quedar afuera de los sentidos mensajes y realizó su aporte, con música reflexiva de fondo: entender lógicas y pensamientos diferentes nos enriqueceAntes de emocionarse por estas declaraciones uno puede recordar que, por ejemplo y luego de haber soslayado el comunicado con copia de acta de la UNLP del año 2007, el constitucionalista trató de burra a la -en ese entonces- titular de la primera magistratura, desafiándola a que muestre su título de abogada, exhibiendo una pavorosa desinformación acerca de la reforma del Código Procesal Penal de la Nación. En esa misma intervención a favor de la convivencia democrática, el constitucionalista trató a la Procuradora General de la Nación, designada con amplio acuerdo del Senado, como “Encubridora General de la Nación”. También pidió que al sátrapa, atorrante, indigno y traidor ex canciller Timerman la comunidad judía no lo deje entrar más a ningún lado. Eso sí, todo con diálogo y respeto.



Tampoco quiso quedarse afuera el dibujante Hermenegildo Sábat, quien luego de presentar a Cristina con un ojo morado nos da cátedra sobre la convivencia: “es un ejercicio de respeto a los demás”. Notable.

Por eso es que no resulta llamativo, porque va en la habitual línea de hipocresía antiK, este festival de cinismo que nos ponen con una musiquita reflexiva en la TVP. Por vez enésima, las mismas personas que estuvieron 12 años diciendo barbaridades contra el Gobierno y la población que adhería a sus políticas, ahora -en modo zen- nos quieren contar que hay que convivir, que hay que escuchar y que confrontar es algo negativo. En rigor, la convivencia implica discutir, y es lo que hicimos mientras fuimos Gobierno. Con la inmensa mayoría del mapa mediático en contra, rutas cortadas por decenas de días, golpismo explícito y manifestaciones deseándole la muerte a Cristina. Que nos quieran dar clases de convivencia a quienes tenemos un posgrado en tolerar insultos y faltas de respeto, parece mucho. Sería bueno que lo comprendan: no está mal que existan posiciones. Al contrario, es algo plausible y típico de toda democracia. No hay que ponerse colorado, ni hacer pucherito. Sólo hay que bancarse el debate y argumentar, refutar y esas cosas propias de una sociedad intensa, como la que heredó el macrismo, donde la ciudadanía discute TODO.

Desde este modesto espacio, entonces, es que me permito aportar una solución para Lombardi y toda esa gente linda y sensible, que está preocupada por la vehemencia social que dejó el kirchnerismo y viene trabajando tan intensamente para que TODAS las voces críticas de Macri cedan su palabra: prohibamos que respondan los K, entonces la patria se evita esta angustiante confrontación y chau Grieta. Si lo que genera ese mal tan grave de la Nación es el hecho de que exista un espacio ciudadano que defienda a la gestión anterior, también terminemos con el kirchnerismo cívico y listo. Vean a dónde quieren que nos vayamos a vivir, así no interferimos con el millón de comentarios -entre irrespetuosos y falaces- acerca de Néstor, Cristina, su familia, la obra pública, la macroeconomía, los Ministros y el potasio que deslizan a diario en todos los ámbitos donde participan estas nobles personas que se sienten agredidas por nuestra defensa del proyecto nacional y popular.

Por eso es que alardear convivencia mientras se intenta apagar opiniones -tanto profesionales como desde el llano- disidentes y representativas del 48% de la última elección, es un fenomenal ejercicio de cinismo. Lo que hemos visto en estos más de 100 días de revolución de la alegría no ha sido otra cosa que la contundente retirada de casi todas las voces opositoras al gobierno de Macri. Que sean honestos y digan que quieren eliminar la letra K del diccionario, como dice el compañero Brieva. Que saquen el potasio de la tabla de elementos químicos, también. Parece complicado, pero sería más saludable que la hipocresía comunicacional que destila este Gobierno del marketing y la entrega de la soberanía nacional.

Dibujo de la compañera Sol Giles.

En síntesis, ya sea en el llano o en el plano mediático, lo que resulta notorio es que hay una contundente intención de terminar con la posición kirchnerista y cualquier detalle que haga referencia a nuestro gobierno. Debieran tener presente que somos unos cuantos, y que mandarnos a todos a la isla Martin García no parece muy inteligente.




4 comentarios:

  1. Brillante cordobés. Te tomaste el trabajo que ninguno de los que mencionas, se tomarán. Sería fácil si quieren realizar el mensaje: CEDANLA! sólo habían uds!

    Abrazo.

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  2. Muy buena la nota. Lo felicito. Es una triqiñuela más de las muchas que utiliza el macrismo, que salen del baúl de Durán Barba. Como compartir las críticas que se le hacen, como hizo Peña con les dijo el Cardenal o expresar dolor por las consecuencias de las políticas que aplican. Lo más lamentable es que mucha gente caiga en esas trampas marketineras.

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