lunes, 10 de noviembre de 2014

El barro y la biblioteca.



Usted está en el circo y aparece el artista con su perro amaestrado, sube por una escalera empinada con el perro parado en una pata sobre su cabeza; llegan al final y allí le entrega al perro un violín, entonces el animal parado en una pata ejecuta una pieza de Toscanini. Termina el concierto y hay un hombre en la primera fila con ceño adusto que no aplaude y comenta a voz en cuello: "¿Se han dado cuenta que en la última nota el perro desafinó? ¿Cómo pueden aplaudirlo?"
Así es la suerte del gobierno.


Hemos de buscar a nuestra circunstancia, tal y como es ella, precisamente en lo que tiene de limitación, de peculiaridad, el lugar acertado en la inmensa perspectiva del mundo. (...) Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo. (...) Y en la escuela platónica se nos da como empresa de toda cultura (...) buscar el sentido de todo lo que nos rodea (...)


Lo que han señalado hace tiempo dos buenos muchachos sirve para responder a un (clásico y recurrente) cuestionamiento que gusta realizar un conjunto de personas que no suele caracterizarse por la proactividad, frente a cada iniciativa externa: ¿y por qué ahora y no antes?
Dígame, Señor San Martín: ¿por qué el Cruce de los Andes ahora y no antes? ¿No podía hacerlo en 1811? ¿1812?
Díganme, Señores Castelli y Moreno: ¿por qué el temita este del Primer Gobierno Patrio el 25 de mayo en 1810? ¿Por qué no el 10? ¿Por qué no en abril? ¿Por qué no en 1808? ¿Y en 1809? Los entiendo. Está todo muy bien con Napoleón, Fernando VII y la teoría de la retroversión de la soberanía, pero ¿saben ustedes las penurias que podríamos habernos evitado si se hubiesen tomado la molestia de hacer la Revolución un tiempo antes? ¿Por qué no fueron capaces de tener esa sensibilidad? Muy feo lo de ustedes, Señores. Mucha mezquindad. Mucha superposición de intereses personales a los del Pueblo, que quiere saber, por otra parte. ¡Quiere saber por qué ahora y no antes!
Entonces: ¿por qué ahora y no antes?
Sucede que hace unos días el Ministro del Interior y Transporte de la Nación anunció la estatización del servicio ferroviario de larga distancia desde Buenos Aires hacia Rosario, Córdoba, Tucumán y Santa Rosa. Sucede que yo, como tantas otras personas al enterarse de la buena nueva, me alegré. Sucede que me alegré, lo compartí y apareció un representante de ese selecto grupo de gente que es campeona del timing y tiene la Fiscalía de la Vida en el sillón de su casa: “Está muy bien, pero ¿no se podría haber hecho antes?”. Y yo pensé: ¿acaso hay algo en nuestras vidas que no podría haberse hecho antes? Y seguí, envuelto en una profunda introspección: ¿no podría haber aprendido a andar en bicicleta a los 4 años en vez de a los 5? Y entonces llegué a una conclusión: es insoportable pasarse los días reprochando(nos) temporalidades. Porque de ser así nunca valoraríamos nada, porque “se podría haber hecho antes”. ¿O no? ¿Es vida esto del cuestionamiento por la demora o por la imperfección? ¿Cuándo se inventó lo de “buscarle el pelo al huevo”? ¡Ya sé! ¡Cuando alguien se cansó de escuchar las voces de la Posta de la Humanidad!
Y así se me ocurrió que debe ser que muchas veces no se hace lo que se quiere, sino lo que se puede. Que mi viejo hubiese querido comprarme unas mejores zapatillas de las que me compraba, etc. Incluso, pienso, si todo fuera querer y poder, los problemas en el mundo nunca hubieran existido, ni existirían. Si mágicamente pudiéramos siempre unir ambas cosas, no seríamos nosotros.
Sin ánimos de ponerme en Profesor de Lengua -que por otra parte estoy muy lejos de ser-, el “pero” tiene una función sencilla: desestimar lo dicho anteriormente. Es decir, “el día está soleado, pero va a llover”. Entonces, ¿vamos a disfrutar el día? ¡Y no! ¡Para qué, si se va a largar a llover!
¿Por qué será que esta suerte de Fiscalía de Iniciativas de la República no puede alegrarse con la novedad, en lugar de cuestionar –justamente- que lo sea? ¿Será porque este grupo de seres brillantes no se dedica a algo más que señalar desde la eterna retórica, sin llevar a la acción jamás ni una pizca de toda su genialidad de biblioteca? ¿Será que las personas que no hacen se dedican a criticar a las que SI hacen? ¿Será que es más fácil criticar que hacer? ¿Más cómodo? Porque desde el punto de vista de la lógica es sencillo: todo lo que se hace en un determinado momento es porque no se hizo antes. Entonces, siguiendo el cuestionamiento, nunca debería hacerse nada, porque cuando se realice ya va a ser tarde. ¿Y por qué? ¡Porque no se hizo antes!
Haciendo un llamado a la felicidad es que imploro algo, por nuestra salud: vivamos intensamente cada día (carpe diem) y exijamos(nos) mejorar, pero sin desestimar todas y cada una de las acciones realizadas. Esos instantes de valoración sin el “pero” son algo hermoso. Que sea “Te felicito por el 8, hijo”, sin el “aunque podría haber sido un 10”. Ese remate elimina cualquier atisbo de sonrisa, y podemos vivir sin él.

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