"Y así como todo cambia, que yo cambie no es extraño".
Y
claro, lo que cambió fue el país. Todos (y todas, por supuesto) cambiamos. Nadie
es la misma persona hoy que con anterioridad al 25 de mayo del año 2003. Lo que
ocurre es que, desde que inició su carrera política a esta parte, Mauricio (que
es Macri, Néstor dixit) venía negando sistemáticamente a la política
tradicional y sus posibilidades de traer progreso al Pueblo, mejorando alguna
de las condiciones del país, afirmando que este Gobierno expresa la
continuidad de aquella fallida dirigencia política del pasado, que no pudo solucionar los problemas de la Patria en los ’80 y ’90, mostrándose él como una
renovación necesaria “para terminar con los mismos de siempre, que ya
fracasaron: prometieron todo y no hicieron nada”.
Entonces,
con el transcurso de los años y frente a la consolidación de la cultura
política de estos tiempos, esa lógica negacionista de la realidad efectiva
generada por el kirchnerismo lo fue llevando hacia un extremo social reducido,
habitado sólo por la colonia de AntiK emocionales: seres que andan por la vida
en piloto automático aborreciendo todo aquello que traiga consigo la konsonante
maldita, llegando incluso a detestar el potasio. Son almas gustosas de vivir expectantes
de la mala nueva, aunque ella no resista el mínimo análisis racional. En
definitiva, el diagnóstico tremendista que esboza Macri sólo genera adhesión en
ese núcleo intenso –y, también, cada vez más pequeño- que implora recibir negatividad
que involucre al kirchnerismo, aunque sea con acusaciones estrambóticas, diciéndole
diariamente a ese periodismo opositor lo que hace de título del último libro de
Victor Hugo Morales: Mentime que me gusta.
Frente
a ese panorama sombrío es que aparece un amplio sector social que, tomando nota
de las profundas transformaciones acaecidas en estos años, aún sin ser
partidario del Gobierno Nacional decide tomar distancia del escenario desolador
que pinta Macri, prometiendo un resurgir frente al desastre imperante por la
desidia populista del kirchnerismo. Cuando hablamos de que algo cambió, hacemos
referencia a la posibilidad mayoritaria de entender que hay personas que
necesitan ayuda del Estado, que mantener los servicios públicos es una cuestión
indelegable que presupone inversión y no gasto, etc. Es decir, es la misma
inoperancia opositora la que termina empujando a la ciudadanía a valorar positivamente
la gestión del Frente para la Victoria.
Por
eso es que, ante la sitcom de ayer, afirmamos que pasó lo que tenía que pasar.
¿Qué cosa? Bueno, que alguien de su equipo se acercó y le dijo al Niño Mauricio:
todo muy lindo con el monodiscurso de CAMBIO, pero con la beligerancia no vas a
ir a ningún lado, existe un consenso social sobre los pilares del kirchnerismo,
hay también ánimos de CONTINUIDAD. Y el hombre tomó nota. Un poquitín tarde,
quizás, pero acorde a su brillante mente de estadista. Y sucedió. Parece que el
conjunto de librepensadores que lo acompañaba, luego de haber estado
compenetrado con la impulsión de globos de colores, no esperaba el brusco
cambio de estrategia del genial referente, reconociendo los logros de este
proyecto político que lleva 12 años conduciendo los destinos de la Patria, por
lo que –genuinamente- manifestó su desencanto con varias de las menciones que
hizo su líder, reivindicando políticas populistas. En esos minutos, Macri se
transformó en Makri, y el grotesco ganó por goleada.
¿Qué
ocurrió? Que se notificó de algo que es signo de estos tiempos: política es
mucho más que hacer jingles. A esta sociedad, que se encuentra en un profundo
trance de la politización a la cultura política, ya no resulta tan sencillo
venderle candidatos con el marketing que funcionó otrora (¿se acuerdan de un pusilánime pintado de súperhombre, que iba a ser el bombero y policía en
cada esquina?). En esta época se discute y se debate. Con más o menos
argumentos, con más o menos consistencia, pero se mastica, se habla. El
festival de “a mí no me interesa, yo no me meto”, que fue hit en los ’90, tiene
mucho olor a naftalina. Ya no cabe.
Podemos
decir, en concreto: la pantomima de anoche, con caras de sorpresa y confusión,
no es otra cosa que la exposición contundente de la derrota de la cultura
política de Macri, que denota un notable tufillo antipolítica y oenegeísta (de
hecho, el ex titular de Greenpeace Argentina fue electo en su lista de
Legisladores), con un manual de prejuicios hacia la política tradicional en
términos de partidos y una suerte de convocatoria amigable, escondiendo detrás
de slógans un profundo sesgo ideológico: la derecha, la misma derecha de
siempre, jugando a ser novedad. Entonces, frente al fracaso expuesto de Macri,
nació Makri: un argentino que reconoce que –no obstante existir muchas
cuestiones pendientes- hay políticas públicas no negociables, como Memoria,
Verdad y Justicia en materia de DDHH, un Estado activo que intervenga en la
economía, que iguale oportunidades y asista a los sectores sociales más
débiles, etc.
Entonces, creo que lo mejor que nos puede pasar es que siga adelante esta
sobreactuación de kircherismo, porque muestra de manera contundente que la
Década (y pico) es Ganada en serio, y que el único relato –en el sentido
despectivo utilizado por la oposición mediática y política- es aquel que viene
describiendo un país en ruinas por culpa del desastre de gestión que viene
llevando adelante el kirchnerismo. Seguramente Makri dirá que Néstor Iván puede
ser un buen amiguito de Antonia, y Melkonian en alguno de sus raíds mediáticos
fruncirá el ceño para contarnos que los números tienen que cerrar con la gente
adentro. No pasa nada, dan ternura y pueden seguir participando. Nosotros, en
lo mismo de siempre: ser predicadores de las políticas públicas de estos años,
persuadiendo y sumando voluntades para que se mantenga el piso que supimos
conseguir, proyectando la realización futura de las asignaturas pendientes, si
seguimos en este camino. Fuimos y somos conscientes de algo: ésto recién
empieza, y es irreVersible.
PD: para leer algo serio sobre el tema: http://www.eldiplo.org/index.php/archivo/184-desafio-a-la-izquierda/el-kirchnerismo-como-cultura-poltica/ ---> "Un ejemplo de este tipo de enfoques es la encuesta de orientaciones ideológicas de Flacso-Ibarómetro (2). De acuerdo a la investigación, un porcentaje mayoritario de los argentinos se manifiesta a favor de una intervención activa del Estado en la economía (61,8 por ciento), prefiere las alianzas con los países de la región antes que con las potencias del primer mundo (53,6), apoya los juicios por violaciones a los derechos humanos (61,4) y asegura que la búsqueda de la igualdad debe ser, más que de la libertad, el principal objetivo de un gobierno democrático (50,5 contra 32,8). Como es de suponer, los resultados hubieran sido muy diferentes en otros momentos de nuestra historia, por ejemplo en los 90, y son también distintos si se los compara con los de otros países. En suma, las principales orientaciones políticas del kirchnerismo definen un núcleo básico de ideas compartido por un porcentaje mayoritario de la población."
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