jueves, 25 de junio de 2015

Scioli y nosotros.



“(...) el Movimiento Peronista ya está en camino de reemplazar su sentido y su formación gregaria para ser transformado en una institución, y esto debe ser así por la simple razón de que el hombre no puede vencer al tiempo; lo único que vence al tiempo es la organización (...) Yo siempre he propugnado que la juventud tenga su propia organización, y ésto es una cosa que me ha enseñado la experiencia: a los muchachos hay que dejarles que desarrollen sus alas y vuelen; no hay que cortárselas, dado que ya el tiempo se va a encargar de arreglarles esas alas. Pero hay que dejar a la juventud que tenga vuelo, y que vuele lo que quiera.
Ya el tiempo se encargará de atemperarlos. Hay que persuadir tanto a las muchachas como a los muchachos de que el destino es de ellas y de ellos, que nosotros los viejos estamos dando los últimos empujones que nuestra experiencia nos aconseja, en beneficio de ellos. Ya no trabajamos para nosotros, trabajamos exclusivamente para ellos.
            Naturalmente, también es necesario que nosotros los viejos nos persuadamos de la necesidad de realizar un trasvasamiento generacional que mantenga joven al Movimiento. Es indiscutible que esto no se puede realizar tirando un viejo por la ventana todos los días, porque indudablemente la nueva generación ha de llegar a la función preparada (...) El progreso sistemático es lo que lo lleva a uno a una función de responsabilidad. En política no se regala nada; todo hay que ganárselo. Y después que uno se lo ha ganado, tiene que cuidarlo porque el prestigio es como la riqueza: si uno la derrocha, se queda pronto pobre.”

Estas palabras de Perón en agosto del año ’73 sirven para ilustrar el enorme desafío histórico que tenemos en frente: la continuidad de un proyecto político en el Gobierno sin los grandes liderazgos de otrora en funciones ejecutivas.
De un tiempo a esta parte podemos observar –con razón- cierta nostalgia ante cada intervención magistral de Cristina, suponiendo –también con razón- la imposibilidad de que algún cuadro político en el futuro próximo se acerque siquiera a la elevada estatura en acción y pensamiento que ella exhibe con una lucidez notable. En eso es que uno lee o escucha a gente –alguna del palo- ensayar una suerte de reproche: “después de 12 años, ¿qué pasa que no trabajaron ni pensaron en armar un liderazgo fuerte para la sucesión? ¿A dónde está la formación de cuadros para la continuidad?”, con lo cual se da el pie para un editorial cualquiera del diario La Nación, en el ’55 o más por acá: caudillismo, personalismos, ánimos de eternización en los cargos, liderazgos demagógicos, adicción al poder con negación de la realidad (modernamente, y según un teledoctor, “síndrome de Hubris”) y falta de interés en apuntalar y capacitar a personas del equipo de gobierno para la renovación y la alternancia, etc.
En rigor, ese harto publicitado mesianismo jamás tuvo lugar aquí. ¿Cómo se desarma esa línea de pensamiento cuestionadora? Muy sencillo, con una sola pregunta: ¿cuántos grandes liderazgos populares tuvimos los argentinos en nuestra historia? Listo. Fin del asunto. Es decir, no salen Kirchners y Perones (permítaseme la licencia) de abajo de la tierra. Al contrario, procesos de transformaciones tan profundas, en favor de las mayorías y con referencias contundentes, sostenidos por el Pueblo, han surgido con décadas de por medio. Por trazar algunos ejemplos, y a riesgo de cometer una injusticia, podríamos señalar el eje Yrigoyen-Perón-Kirchner. Ahí abarcamos casi 100 años. Tres procesos en un siglo. Uno cada tres décadas.
Volviendo al fondo, ¿entonces? Bueno, lo que surge con elocuencia es que hemos sido muy afortunados de tener una gran estadista detrás de otro ídem. Esas cosas no pasan todos los días. Por ende, no exijamos ni pretendamos que sea así SIEMPRE. A veces, como en este caso, la figura política tendrá otro estilo y no la centralidad carismática de los liderazgos más trascendentes de la historia. Tenemos que saber (y aprender a) convivir con ello, sin caer en una depresión supina ni nada por el estilo. En cierto modo, la culpa no es nuestra: Néstor y Cristina nos mal acostumbraron. Aceptar lo extraordinario de ellos implica tener conciencia sobre la entrada en vigencia de la normalidad. ¿Qué hacer frente a ello? Lo que el ABC de la militancia de un Proyecto Colectivo indica: bancar y ayudar a mejorar, sin erigirse en una vanguardia iluminada que no hace otra cosa que erosionar la misma autoridad que dice defender. Inteligencia y estrategia, no mucho más que eso. Ya lo señaló el compañero Sanseacabó: en la política no hay apellidos mágicos.
A esto que se sabe, pero no se pone sobre la mesa al momento de criticar la sucesión en puerta, lo dijo el -nuestro- futuro Presidente hace unos días: “los liderazgos de Néstor y de Cristina son inigualables”.
Para ser lo más claro posible, quiero decir: no nos confundamos ni que nos confundan.
Scioli no es Scioli. Scioli es Néstor, Cristina, Zannini, YPF, ANSES, Kicillof, Alicia, Aerolíneas Argentinas, AySA, el FPT, la mayoría en el Congreso, la mayoría de las gobernaciones y la militancia –territorial, académica, estudiantil y sindical- más importante del país, con mayor capacidad de movilización y presencia en la calle. No es poco. Seamos conscientes de éso, e intentemos estar a la altura. Hagamos lo mismo que hasta el momento: acompañar, difundiendo (persuadiendo a personas de afuera con) aciertos y marcando déficits. Tenemos que aprender de la historia. No podemos permitirnos ni un ápice de lógica autodestructiva.
Entonces, no resta más que seguir asumiendo nuestro rol fundamental: ser predicadores de las políticas públicas de esta época y convencer, exhibiendo lo mucho que se ha realizado y potenciando al Movimiento para que siga brindando soluciones y avanzando, ya que en la medida en que más seamos capaces de fortalecerlo es que más necesidades se van a poder atender; es imposible un Estado sólido sin un Gobierno fuerte, con un contundente apoyo.
Tirarnos piedras contra nosotros mismos no parece algo muy inteligente. Pensemos en lo que tenemos en frente, en esa minoría intensa que tiene todas las condiciones macro del país para volver y hacer el vaciamiento que ya hicieron, las usinas son las mismas que en el ’76 y el ’89.
No llamo al conformismo, llamo a la plena conciencia de qué es lo mejor que podemos tener en función del escenario existente. La garantía de que esto no se termine está en nosotros. Somos el presente, y el futuro está en nuestras manos (nos lo recuerda Néstor en el 1:33:10 de abajo). Llegar hasta acá, lo sabemos, costó mucho. Entonces, honremos la memoria de quienes dieron su vida y no pueden estar (al menos, físicamente) para apreciar este país que realiza (y camina por) la justicia social, la soberanía política y la independencia económica. Como dice Messi: ésto NO ES MA GIA. Cuidémoslo ;)

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