“(...) el
Movimiento Peronista ya está en camino de reemplazar su sentido y su formación
gregaria para ser transformado en una institución, y esto debe ser así por la
simple razón de que el hombre no puede vencer al tiempo; lo único que vence al tiempo es la
organización (...) Yo siempre
he propugnado que la juventud tenga su propia organización, y ésto es una cosa
que me ha enseñado la experiencia: a los muchachos hay que dejarles que
desarrollen sus alas y vuelen; no hay que cortárselas, dado que ya el tiempo se
va a encargar de arreglarles esas alas. Pero hay que dejar a la juventud que
tenga vuelo, y que vuele lo que quiera.
Ya el
tiempo se encargará de atemperarlos. Hay que persuadir tanto a las muchachas
como a los muchachos de que el destino es de ellas y de ellos, que nosotros los
viejos estamos dando los últimos empujones que nuestra experiencia nos
aconseja, en beneficio de ellos. Ya no trabajamos para nosotros, trabajamos
exclusivamente para ellos.
Naturalmente, también es necesario que nosotros los viejos nos persuadamos de la necesidad de realizar un trasvasamiento generacional que mantenga joven al Movimiento. Es indiscutible que esto no se puede realizar tirando un viejo por la ventana todos los días, porque indudablemente la nueva generación ha de llegar a la función preparada (...) El progreso sistemático es lo que lo lleva a uno a una función de responsabilidad. En política no se regala nada; todo hay que ganárselo. Y después que uno se lo ha ganado, tiene que cuidarlo porque el prestigio es como la riqueza: si uno la derrocha, se queda pronto pobre.”
Naturalmente, también es necesario que nosotros los viejos nos persuadamos de la necesidad de realizar un trasvasamiento generacional que mantenga joven al Movimiento. Es indiscutible que esto no se puede realizar tirando un viejo por la ventana todos los días, porque indudablemente la nueva generación ha de llegar a la función preparada (...) El progreso sistemático es lo que lo lleva a uno a una función de responsabilidad. En política no se regala nada; todo hay que ganárselo. Y después que uno se lo ha ganado, tiene que cuidarlo porque el prestigio es como la riqueza: si uno la derrocha, se queda pronto pobre.”
Estas
palabras de Perón en agosto del año ’73 sirven para ilustrar el enorme desafío
histórico que tenemos en frente: la continuidad de un proyecto político en el
Gobierno sin los grandes liderazgos de otrora en funciones ejecutivas.
De
un tiempo a esta parte podemos observar –con razón- cierta nostalgia ante
cada intervención magistral de Cristina, suponiendo –también con razón- la
imposibilidad de que algún cuadro político en el futuro próximo se acerque
siquiera a la elevada estatura en acción y pensamiento que ella exhibe con una
lucidez notable. En eso es que uno lee o escucha a gente –alguna del palo-
ensayar una suerte de reproche: “después de 12 años, ¿qué pasa que no trabajaron
ni pensaron en armar un liderazgo fuerte para la sucesión? ¿A dónde está la
formación de cuadros para la continuidad?”, con lo cual se da el pie para un editorial cualquiera del diario La Nación, en el ’55 o más por
acá: caudillismo, personalismos, ánimos de eternización en los
cargos, liderazgos demagógicos, adicción al poder con negación de la realidad (modernamente,
y según un teledoctor, “síndrome de Hubris”) y falta de interés en apuntalar y
capacitar a personas del equipo de gobierno para la renovación y la
alternancia, etc.
En rigor,
ese harto publicitado mesianismo jamás tuvo lugar aquí. ¿Cómo se desarma esa
línea de pensamiento cuestionadora? Muy sencillo, con una sola pregunta:
¿cuántos grandes liderazgos populares tuvimos los argentinos en nuestra
historia? Listo. Fin del asunto. Es decir, no salen Kirchners y Perones
(permítaseme la licencia) de abajo de la tierra. Al contrario, procesos de
transformaciones tan profundas, en favor de las mayorías y con referencias
contundentes, sostenidos por el Pueblo, han surgido con décadas de por medio.
Por trazar algunos ejemplos, y a riesgo de cometer una injusticia, podríamos
señalar el eje Yrigoyen-Perón-Kirchner. Ahí abarcamos casi 100 años. Tres
procesos en un siglo. Uno cada tres décadas.
Volviendo
al fondo, ¿entonces? Bueno, lo que surge con elocuencia es que hemos sido muy
afortunados de tener una gran estadista detrás de otro ídem. Esas cosas no
pasan todos los días. Por ende, no exijamos ni pretendamos que sea así SIEMPRE.
A veces, como en este caso, la figura política tendrá otro estilo y no la
centralidad carismática de los liderazgos más trascendentes de la historia.
Tenemos que saber (y aprender a) convivir con ello, sin caer en una depresión
supina ni nada por el estilo. En cierto modo, la culpa no es nuestra: Néstor y
Cristina nos mal acostumbraron. Aceptar lo extraordinario de ellos implica
tener conciencia sobre la entrada en vigencia de la normalidad. ¿Qué hacer
frente a ello? Lo que el ABC de la militancia de un Proyecto Colectivo indica:
bancar y ayudar a mejorar, sin erigirse en una vanguardia iluminada que no hace
otra cosa que erosionar la misma autoridad que dice defender. Inteligencia y
estrategia, no mucho más que eso. Ya lo señaló el compañero Sanseacabó: en la
política no hay apellidos mágicos.
A
esto que se sabe, pero no se pone sobre la mesa al momento de criticar la
sucesión en puerta, lo dijo el -nuestro- futuro Presidente hace unos días: “los
liderazgos de Néstor y de Cristina son inigualables”.
Para
ser lo más claro posible, quiero decir: no nos confundamos ni que nos
confundan.
Scioli
no es Scioli. Scioli es Néstor, Cristina, Zannini, YPF, ANSES, Kicillof,
Alicia, Aerolíneas Argentinas, AySA, el FPT, la mayoría en el Congreso, la
mayoría de las gobernaciones y la militancia –territorial, académica,
estudiantil y sindical- más importante del país, con mayor capacidad de
movilización y presencia en la calle. No es poco. Seamos conscientes de éso, e
intentemos estar a la altura. Hagamos lo mismo que hasta el momento: acompañar,
difundiendo (persuadiendo a personas de afuera con) aciertos y marcando
déficits. Tenemos que aprender de la historia. No podemos permitirnos ni un
ápice de lógica autodestructiva.
Entonces,
no resta más que seguir asumiendo nuestro rol fundamental: ser predicadores de
las políticas públicas de esta época y convencer, exhibiendo lo mucho que se ha
realizado y potenciando al Movimiento para que siga brindando soluciones y
avanzando, ya que en la medida en que más seamos capaces de fortalecerlo es que
más necesidades se van a poder atender; es imposible un Estado sólido sin un
Gobierno fuerte, con un contundente apoyo.
Tirarnos
piedras contra nosotros mismos no parece algo muy inteligente. Pensemos en lo
que tenemos en frente, en esa minoría intensa que tiene todas las condiciones
macro del país para volver y hacer el vaciamiento que ya hicieron, las usinas
son las mismas que en el ’76 y el ’89.
No
llamo al conformismo, llamo a la plena conciencia de qué es lo mejor que
podemos tener en función del escenario existente. La garantía de que esto no se
termine está en nosotros. Somos el presente, y el futuro está en nuestras
manos (nos lo recuerda Néstor en el 1:33:10 de abajo). Llegar hasta acá, lo sabemos, costó mucho. Entonces, honremos la memoria
de quienes dieron su vida y no pueden estar (al menos, físicamente) para apreciar
este país que realiza (y camina por) la justicia social, la soberanía política
y la independencia económica. Como dice Messi: ésto NO ES MA GIA. Cuidémoslo ;)
Recién descubro este hermoso sitio. ¡Buen trabajo compañeros!
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