Bajó la
espuma, y la sensación inicial se consolida: lo perdimos nosotros. A este
partido crucial, a esta final del mundo, la perdimos nosotros. Salvo las
semanas posteriores a la primera vuelta, nunca la jugamos con la intensidad y
concentración que ameritaba. Buscar las causas de la derrota afuera,
ninguneando los -graves y muchos- yerros de adentro, es un error enorme.
Para empezar,
quisiera que quede claro que uno se expresa asumiéndose parte del COLECTIVO
ciudadano que apoya al FPV. Desde ahí, y sin particularizar, es que se asume la
primera persona del plural para afirmar lo que se siente: no estuvimos a la
altura. Ni de la memoria de Néstor, ni del sacrificio y el coraje de Cristina,
ni de la lealtad y el enorme laburo de Daniel (antes, Scioli).
Lo peor que
se puede hacer es echarle la culpa al pueblo, que -ya sabemos- en democracia
NUNCA se equivoca. Ninguna sociedad elige perjudicarse. Entonces, si el
soberano eligió -aunque haya sido por escaso margen- una opción electoral que
va en contra de los intereses de las mayorías, es porque no interpretó que ese
proyecto de país era tal. Y si fue así, es por una razón muy sencilla: no
llegamos a explicarle a una porción de la ciudadanía lo que implica Macri, lo
que significa la vuelta del neoliberalismo (¿Identificarán que es éso lo que
estuvo detrás del ‘corralito’ y el 2001, por ejemplo?) para los invisibles de
antes y ahora empoderados, para la clase trabajadora, para las -ascendentes, en
estos años- familias que empezaron a sentir el placer del viaje en avión, la
construcción/ampliación de la casa, el nylon de los asientos del 0 km., etc. Es
decir, no existe un 51,4% de la
población con tendencia al masoquismo. Más allá de la militancia del odio y
el festival de prejuicios, hay otro sector que no se identifica con el anti-K
emocional y que también optó por la ali//\\nza Cambiemos. A ese núcleo que
siempre define las elecciones es al que no llegamos, o no alcanzamos
plenamente, a traducirle qué había -hay- detrás de la palabrita mágica
(“Cambio”) y la -a esta altura, célebre- “Revolución de la alegría”. Porque si
uno le muestra a alguien el nivel de aumento de la tasa estrella de la CABA, el
ABL, y el -menor- servicio del único transporte público que gestiona, el SUBTE,
(+1200 en 8 años y 309% en 3, respectivamente) seguramente NADIE elegiría eso
para el país. Es decir: más impuestos, más tarifas y menos servicios.
Creo que nos
faltó más confrontación y discusión política en estos 4 años. No obstante lo
comunicacional a gran escala, en el llano cada uno de nosotros no supo -o no
quiso- disputar el sentido común en los ámbitos donde participa: trabajo,
facultad, familia, amigos, etc. La percepción es la siguiente: si sólo en el
último año, en vez de estar erosionando a quien finalmente fue NUESTRO
candidato, hubiéramos tenido la intensidad de los días posteriores al 25 de
octubre, el resultado hubiera sido distinto. Estuvimos entretenidos con internismos, pegándonos entre nosotros y confundiendo infantilmente el adversario
político. La tranquilidad y la relajación fueron las constantes hasta la
primera vuelta. Lo que sobrevino fue un conmovedor -y, a mi juicio, también
inocentemente tardío- movimiento genuino, en virtud del cual un sector que
venía apoyando al Gobierno decidió pasar de simpatizante a militante. Y el tránsito de la simpatía a la militancia
implicó intensificar discusiones, salir a persuadir. En pocas palabras: la
mutación de la pasividad a la actividad. La transformación de la simple
adhesión a la vehemencia fue algo notable y muy valorable, con personas que por
primera vez asumieron pequeños (más no menos importantes) actos de
interpelación ciudadana, como una volanteada. El mano a mano en el llano fue
algo que quizás subestimamos a la hora de la disputa, desde todos los espacios.
Ni desde la militancia orgánica y los (recientes) empoderados pareciéramos
haber interpretado, a partir de la conformación de NUESTRA fórmula única, la
necesidad de salir a buscar adhesiones por afuera, con importante iniciativa.
Creo que todos (y todas, claro) coincidimos en algo: si sólo a partir de junio
hubiese existido el nivel de movilización de las últimas semanas, hubiésemos
podido superar la exigua diferencia (en esta teoría del juego de suma cero,
perdimos por menos de un punto y medio) por la cual nos vencieron.
En otro orden
de cosas es que quisiera también dedicar un párrafo al sindicalismo, en cabeza
de sus dirigentes: el silencio fue
pavoroso. Jamás parecieron interesados en explicar y difundir entre sus
afiliados la disyuntiva que estuvo en juego el pasado 22 de noviembre: un
proyecto de país con el pueblo trabajador en el centro vs. otro con el poder
económico concentrado como sujeto principal. Con comunicados repletos de
lugares comunes con liturgia peronista y sedes sindicales con cuadros de Perón
y Evita NO ALCANZA para comprometerse con el Movimiento que en estos 12 años
recuperó la dignidad del trabajo y apostó a la industria nacional como pocos en
nuestra historia. Demasiado humo, y demasiada falta de estatura dirigencial.
¿Cuántas charlas de delegados en fábricas vimos, similares a la de esos
empresarios PYME que nos llegaron al corazón? ¿Cuántos pibes contratados en estos años -por ejemplo, a partir del exponencial crecimiento de nuestro parque automotor- sabían las consecuencias laborales para su sector a partir de una política
con liberación de importaciones y un dólar a $16, tal cual había explicitado Macri y su gente? ¿Y los empleados y empleadas de Comercio? ¿Y la Construcción? ¿Hay algún sector, acaso, que no haya crecido exponencialmente en esta época de la “pesada herencia”? ¿En
cuántos de ellos hubo, realmente, una importante movilización en defensa
propia? ¿Y las respectivas Conducciones? Considero que asistimos a un
monumental contrapunto entre la vergüenza de dirigencias sindicales ausentes, y
el orgullo de empresarios comprometidos con el destino del país y tomando posición sin dobleces, exponiendo la situación política para cuidar el bienestar de sus empleados,
sus empresas y su Patria.
Otro dato
novedoso de estas elecciones fue la aparición intensa de un sujeto siempre
invisibilizado: el CONICET. BRILLANTE lo de ellos realizando intervenciones
públicas y concientizando. Gran sentido de pertenencia y defensa de sus propios intereses, realizaron
estos compañeros y compañeras, poniendo blanco sobre negro en la relación Ciencia/PBI en Nación y CABA, traduciendo en términos concretos qué políticas públicas existen de un lado y otro de La Grieta.
Algo más
particular que quiero comentar, como cordobés y buscando aportar elementos al
por qué de la ciudad de Córdoba como una suerte de Belgrano con distinta tonada.
Por qué en un distrito que no gobierna Macri obtuvo más apoyo que donde
gestiona hace 8 años. ¿Existe en nuestra provincia algún, siquiera vago,
conocimiento de las políticas públicas del PRO en 2 mandatos al frente del
distrito más rico del país, que justifiquen semejante apoyo a esa alternativa? No da
la impresión de que así sea. Aquí tuvieron una ayuda importante: De la Sota.
Alguien que, en su -enésima- tentativa de excursión allende la Provincia,
desarrolló una estrategia discursiva basada en la supuesta “discriminación” del
Gobierno central K contra Córdoba, para exacerbar su ficción de caudillo
luchador por los pueblos oprimidos del interior del país. En esa empresa tan
voluntarista es que fue conmovedor el entusiasmo militante de los medios de
comunicación más influyentes de la Provincia, que culparon hasta al potasio de
absolutamente todos los problemas provinciales, pintados de un obsceno color
violeta. La Voz del Interior de Clarín,
la Condena 3, Radio Buitre y el Canal 12 de la Unidad de Negocios número
1 de Clarín. El éxito de su trabajo, aún con la inestimable ayuda de la mayor
parte de la dirigencia del kirchnerismo local (¿Tuvimos un candidato a gobernador,
en julio? ¿Dónde estuvo haciendo campaña, estos meses? ¿Un primer candidato a
Senador? ¿Cuánto recorrieron, en general, los referentes provinciales del FPV
el territorio cordobés haciendo campaña por Scioli?), puede apreciarse en los
números de la elección, a nivel provincial y municipal (71,5 y 75%,
respectivamente, eligieron a MM). A tal punto inciden estos (de)formadores de
opinión pública, que lograron que una pésima gestión neoliberal con escudo UCR
en la capital provincial fuera reelecta, con una pauta gigantesca. Detrás de la simpática voz de una niña hablando de “La Muni” hay una complacencia feroz
hacia un intendente que privatizó, reduciendo el patrimonio estatal que le tocó (y toca) administrar, aumentó
tarifas e impuestos por encima de cualquier índice inflacionario y hasta se dio
el lujo de ningunear aportes de Nación, como el puente de Villa Warcalde.
¿Sabrá la gente bien que vive en los countries y demás zona norte que EL
FINANCIAMIENTO del puente que usan a diario, y que vino a poner fin al colapso
que había, fruto del gran desarrollo urbanístico que tuvo el sector en estos
años de “pesada herencia”, NO FUE MAGIA? Y siguiendo con lo municipal, tuvimos un candidato a intendente FPV (¿Elegido
por quién?) que salió 7mo, detrás del FIT.
Volviendo al fondo de esta rebeldía
del ’18 y el ’69, pero a la inversa, hubo dos momentos que considero relevantes
para explicar el porqué del notable apoyo a Macri (y también antikirchnerismo)
por estos lares: la sublevación policial de diciembre de 2013 y las
inundaciones de este verano en las Sierras Chicas. Siempre dejando afuera del análisis el resultado histórico de Cristina en nuestra provincia en el año 2011, donde ganó todos los Departamentos, algo que ni Perón había conseguido. Entonces, reiterando lo de las
interpretaciones obscenamente inducidas a nivel mediático: JAMÁS existió un sentido común que
responsabilizara al Gobierno Provincial por alguna de estas cuestiones, siendo
-por ejemplo- elocuente que el conflicto con la Policía de la Provincia de
Córdoba, que tenía recorrido antes de la implosión que TN le mostró al país
como muestra del abandono K, se encuentra dentro de la órbita de... ¡Sí! ¡El
Gobierno de la Provincia de Córdoba! Pero no, parece que a la culpa la tuvieron Berni y CFK, que osaron respetar nuestra Ley de Seguridad Interior. Con la segunda cuestión, exactamente lo mismo: DLS haciendo un acting
patético y especulando electoralmente con un fondo millonario de reparación,
que siempre tuvo a disposición, como terminó reconociendo en una conferencia
luego de una reunión con el Jefe de Gabinete. Para quienes tuvimos la oportunidad
de participar en las jornadas solidarias de ese entonces, tanto en Villa
Allende como Mendiolaza y Unquillo, lo que se observó fue lo mismo que en todas
las catástrofes naturales que sufrió el país en esta época: Estado Nacional por todos
lados. ANSES, PAMI y la militancia explicitando que “La Patria es el Otro” no
es un slogan, sino una forma de vida. No obstante estas cuestiones, se instaló:
el kirchnerismo detesta a Córdoba, y nuestro Gobernador hace lo que puede. El
intendente también, claro. Cordobesismo y a otra cosa. ¿Que la cúpula policial que estaba encargada de la Lucha contra el Narcotráfico está con prisión preventiva? ¿Que vecinos de las Sierras Chicas le reclaman a DLS por cuestiones que prometió y nunca cumplió? Pavadas. Nada relevante al lado de la hija de Rossi, las calzas de Cristina, alguna declaración de Hebe y el nuevo 0 km. del primo del hermano del cuñado del profesor de piano del compañero de pupitre de Máximo. En esos términos fue (y es) el asunto. ¿Las
políticas públicas? ¿Las crucialidades? Bien, gracias. (NAR)Cordobe(r)sismo y a
otra cosa. A continuación, la Comuna 13, la ciudad de Córdoba y la provincia de
Córdoba en las elecciones del pasado 22 de noviembre:
Otra
característica de este mano a mano fue que terminó con una enorme mentira: el
voto peronista de Massa. ¿Alguien cree que Macri está más cerca del peronismo
que Scioli? Es insólito, pero los números confirman que -en rigor- lo que hay
detrás de ese votante NO ES PERONISMO, sino un profundo sentimiento ANTIK. Al
igual que DLS, estamos en presencia de la derecha apoyando a la derecha. Conservadurismo,
en este caso, detrás del escudo del PJ. Porque ya lo había explicado Paenza: tomando en cuenta la cantidad de votos de los tres principales candidatos,
para superar el 50% Macri debía retener el 74% de los votos de UNA.
Yendo a lo propio:
lo de NUESTRO candidato fue titánico. El compañero Scioli tuvo que soportar, hasta el 25 de octubre y además del rechazo del afuera, la
desconfianza de una parte del adentro, bancando estoicamente la parada, con una
lealtad admirable. Nosotros, sobre todo inicialmente y siempre hablando en
términos generales, lo subestimamos, lo destratamos y lo erosionamos en aras de
una supuesta candidatura más representativa del espacio. En muchas
oportunidades lo tentaron y quisieron perfilarlo como líder opositor: en el 2008, durante la 125; en el 2009, previo a la derrota electoral; en el 2012, con los cacerolazos;
y en el 2013, frente al revés legislativo en la PBA. Nunca rompió. Nunca se fue. Nunca traicionó. Como una metáfora de su
vida, el compañero Lealtad inicialmente prometió honrar la memoria de Néstor, y lo hizo con creces. Jugando más de
visitante que de local, recorriendo hasta 4 provincias por día y jamás
jugando por la tribuna, siempre con responsabilidad y coherencia. Armó equipos
de trabajo excelentes (lo de la Fundación DAR excede ampliamente la figura de
José Scioli, y comprende un completo análisis económico/social de todos los distritos del país con obra pública prevista, sectores productivos y recursos a desarrollar) y fue consistente con
sus planteos, exponiendo todo el tiempo que la gran disyuntiva era la vuelta al
pasado o tomar las conquistas de estos años para avanzar hacia el Gran
Desarrollo Argentino. El “construir a partir de lo construido”, que tantas
veces señaló. Creo que lo (nos) perjudicó la interna en la PBA, y que ante el
balotaje quedó expuesta nuestra opción frente al triunfante gobierno PRO en ese
distrito. Desde ya que no se puede aspirar a ganar el país sin un triunfo
contundente en donde uno viene gobernando. En ese sentido, el 51% de
DOS en la PBA es elocuente. También lo son las derrotas en La Rioja y Entre
Ríos, con varios períodos de oficialismos FPV. En estas imágenes podemos observar el contundente triunfo de Macri en la CABA y el exiguo margen de Scioli en la provincia de Buenos Aires:
No obstante esta situación
objetiva, quiero señalar que fue muy grato ver al compañero Scioli defendiendo
como defendió todos los pilares del proyecto político que muchas veces no lo
valoró (valoramos) como se merecía, y que sin embargo lo encontró a él dejando
todo en la cancha y honrando la confianza de Cristina. Acá es donde aparece,
según creo, lo que más podemos objetarnos: NUNCA, hasta el 25 de octubre, asumimos plenamente al
candidato. Más allá de que, apenas constituida la fórmula única, uno -sin
necesidad de ser Licenciado en Ciencias Políticas o demasiado avezado- había advertido la necesidad que teníamos de hacerlo bandera a DOS para llevar a nuestro espacio a la Victoria, lo cierto es que tuvimos una suerte de militancia
eufemística que no lo aceptó hasta muy entrada la disputa electoral.
El candidato era “el Proyecto”, “la Patria”, “el Movimiento”, “el Modelo”.
Cualquier cosa, menos quien efectivamente lo era: Daniel Osvaldo Scioli. 6
letras: S C I O L I. Quiero decir: lo
del compañero Lealtad tiene el plus de haber batallado contra propios y
extraños. Aún con la pequeña diferencia que marcó nuestra derrota, el
desempeño por parte del candidato fue óptimo.
Mirando hacia
adelante, creo que tenemos que replantear dirigencias y modalidades en la
militancia. No toda la sociedad anda en el piloto automático odiador, y es en
ese sector no politizado que fallamos al no poder conquistarlo del todo, y por
el que debemos ir de ahora en adelante. Uno de los hechos positivos de esta
elección, aunque dolorosa como toda derrota, es la irrupción de un nuevo sujeto
político: los empoderados, cuya movilización
de estas semanas es sólo el principio de un viaje de ida que se llama
MILITANCIA.
Seremos
oposición. Éso sí: el PRO tendrá una oposición que SIEMPRE llevará adelante una
discusión política, NUNCA en términos personales. Nunca le diremos “hijo de
puta” al Presidente, ni que se vaya con algún familiar muerto, ni celebraremos
sus enfermedades, ni gozaremos con sus desgracias, ni le boicotearemos el país
exigiéndole que se vaya antes de cumplir su mandato. Tampoco trataremos a
ningún oficialista de parásito, mercenario o ñoqui, ni le pediremos recibo de
sueldo a nadie, antes de encarar algún intercambio de opiniones. ¿Somos diferentes? ¿Hay una
grieta entre nuestra concepción política y la del espacio que acaba de ser
electo? Sí, y estamos orgullosos de que así sea. Jamás bocineamos ni
bocinearemos una muerte. Siempre nos van a encontrar como hasta ahora:
apasionados por las políticas públicas; nunca en emoción violenta destilando
odio y con deseos mala leche. Jamás vamos a desearle a alguien que le vaya mal,
que se quede sin laburo, etc. En definitiva: no esperen de nosotros ni una pizca de toda la agresividad y falta de
respeto que recibimos como Gobierno y militancia en estos años. Ese
festival de bajezas ni nos interesó, ni nos interesa ni nos interesará.
Para
finalizar, y haciendo un análisis en relación a los mitos: el publicitadísimo
“hartazgo generalizado” hacia el kirchnerismo quedó demostrado que no existe.
Si, como vienen afirmando los medios de comunicación más influyentes y con
tanto énfasis en estos años, “la gente” está cansada del Gobierno, la
alternativa opositora debiera haber triunfado por 10 puntos de diferencia,
mínimo. Teniendo en cuenta que se trataba de un mano a mano -con el juego de
suma cero-, si el punto y medio que superó el 50% no hubiera existido, Scioli
hubiera subido hasta esa cifra y estaríamos en presencia de un empate. O sea,
sin ser Paenza uno puede advertir que, más allá de la diferencia nominal de 3
puntos, lo que definió la elección es un punto y medio. Dicho de otro modo: si de esos 700.000 votos hubieran sido 350.000 menos para Macri, automáticamente
hubieran sido 350.000 más para Scioli y redundado en un escenario igualado. ¿Qué
marca esta distancia electoral exigua? Que las políticas públicas del FPV gozan
de un muy buen nivel de aceptación social, que el rumbo es prácticamente apoyado
por la mitad de la ciudadanía. Después de 12 años de gestión, con todo el
desgaste que eso implica, y sumado a la campaña en contra más contundente que
haya recibido un proyecto político en toda nuestra historia, el Gobierno
conserva un importante margen de adhesión en la sociedad. Eso no parece poca
cosa, sino -por el contrario- algo muy plausible. No obstante lo cual, debemos asumir que no dimos la talla de la enorme encrucijada histórica que tuvimos por delante, con la responsabilidad -nada más y nada menos- de GARANTIZAR la continuidad de esta serie de políticas públicas que demandaron tanto esfuerzo y sacrificio.
Volviendo al
principio, y para no hacer más largo esto (que ya de por sí lo es, por
supuesto), digamos que la realidad es contundente: no alcanzó, y ahora vamos a ser gobernados por un Gerente, con un
Gabinete de las Corporaciones. En palabras recientes del compañero Tomada y
también de VHM: se viene el país atendido por sus dueños. Ojalá sepamos estar a
la altura de enfrentar eso y aprovechar los márgenes legislativos con los que
contamos para cuidar todo lo conseguido en estos años, en cuanto a derechos
para el Pueblo. Tienen que tenerlo claro: no nos fuimos, no nos vamos y no nos
iremos. Llegar hasta acá costó mucho, como para que piensen que vamos a
permitir retrocesos mirando pasiva y alegremente. No seremos custodios de una
nueva entrega del patrimonio estatal, los derechos de los trabajadores y la
soberanía nacional. Que ni lo intenten. La sociedad misma estará allí para
recordarle al oficialismo A DÓNDE los argentinos no queremos volver.
PD: para leer algo en serio, desde Alta Córdoba.