La proyección es un mecanismo de defensa que opera en situaciones de conflicto emocional o amenaza de origen interno o externo, atribuyendo a otras personas u objetos los sentimientos, impulsos o pensamientos propios que resultan inaceptables para el sujeto. Se 'proyectan' los sentimientos, pensamientos o deseos que no terminan de aceptarse como propios porque generan angustia o ansiedad, dirigiéndolos hacia algo o alguien y atribuyéndolos totalmente a este objeto externo.
Este
concepto sencillo que nos brinda Wikipedia basta para explicar, en el marco de
la psicología, un comportamiento reiterado y que se ha intensificado
últimamente, que podemos advertir con nitidez en todos los sectores que se
oponen fervientemente al proyecto político que conduce los destinos de la
Patria desde el año 2003.
Lo
que esta (amorosa, altruista, sesuda y lucidísima) banda de pensadorxs
contemporáneos afirma sin ruborizarse siquiera un poquito es una cuestión
simple, y que no pareciera presentar demasiados inconvenientes para su
comprensión: estamos en presencia de un grupo de incompetentes que -obviamente-
toma decisiones equivocadas y, no obstante obtener resultados calamitosos,
persiste en sostener y profundizar dichas conductas. Los argentinos hace 10
años que estamos siendo (des) gobernados por un conjunto de mentes tercas,
cerradas y porfiadas, que son incapaces de modificar rumbos y actitudes frente
al fracaso expuesto y contundente. Ni más ni menos que aquella definición de
Einstein sobre locura: "hacer
la misma cosa una y otra vez esperando obtener diferentes resultados".
Escuchamos
y leemos, entonces y desde hace tiempo, que la Presidenta es terca, que podría
estar todo excelente -y no pésimo, como lo está justamente por la persistencia
en la implementación de políticas incorrectas- si ella tan solo tuviera la
humildad de reconocer el accionar fallido anterior e impulsara una corrección,
un cambio.
Entonces,
no hay dudas: CFK es terca y soberbia. El silogismo opositor es lapidario. Si
se hace X, se fracasa y se vuelve a hacer X se es terco. El Gobierno hace X,
fracasa y vuelve a hacer X. Conclusión: el Gobierno es terco. O, como diría el
enorme científico alemán, está loco.
El
panorama parece desolador. Estamos en manos de gente, cuanto menos, terca, loca
y soberbia.
Lo
interesante surge si a uno se le ocurre indagar, aunque más no sea una pizca,
en la realidad del país y del mundo para dilucidar la veracidad (o no) de
semejante diagnóstico expresado por rostros preocupados y compungidos por las
penurias de la república y sus habitantes.
El
resultado de dicho ejercicio se expresa en una conclusión diametralmente
opuesta a la alarmante afirmación inicial: el desmanejo no es tal, la
administración es eficiente y las políticas implementadas han generado
resultados positivos.
Los
cráneos esclarecidos no sólo señalan una y otra vez, muy enfáticamente, lo
desacertado del camino elegido, sino que también -al mismo tiempo- recomiendan
las opciones que se deben seleccionar para alcanzar resultados óptimos, ésos
que ellos afirman convencidísimos que hasta el momento -debido a las políticas
de la terquedad- ni por asomo se logran o pueden concretarse.
Entonces
nos cuentan el mismo combo mágico para solucionar todos los problemas que
aquejan a la Nación: reducción del gasto público, "sinceramiento" del
tipo de cambio (léase: devaluación brusca) y de las tarifas de los servicios
públicos, eliminación de retenciones al complejo agroexportador, dólares e
importaciones para todos (y todas, claro), disminución del intervencionismo
agobiante del Estado (Etchevehere tiene un contemporáneo copyright de ésto),
retorno al esquema de participación privada en la administración de los fondos
de la seguridad social, endeudamiento a gran escala en los organismos de
crédito internacionales, etcéteras.
La
historia y la actualidad muestran una situación contundente: con las recetas de
la derecha siempre se ha fracasado. ¿El final de la película? Desempleo a
mansalva, exclusión social de a generaciones enteras, default y quiebra del
Estado.
Aún
así, tenemos yirando por los medios de comunicación a "especialistas"
que -además de gozar con el beneplácito de entrevistadores que ningunean sus
currículms, posibilitando que tengan cierto margen de credibilidad en la
población- quieren que dejemos de implementar lo que nos viene dando resultado
para aplicar aquello que nunca funcionó y que siempre derivó en la misma
debacle socio-económicó-político-cultural. Y afirman la necesidad del cambio,
¿para qué? Bueno, para volver a ser lo que fuimos: un país serio, con bocha de
seguridad jurídica, integrados al mundo y, sobre todo, sin peleas. Con mucha
unión entre los argentinos. Aquella época gloriosa donde no había crispación ni
divisiones, la AFIP era un amor y la señora que se pone mal si en la mesa
familiar se habla de política, religión o fútbol estaba chocha. En aquel
entonces no había videito de internet de oso panda que estornuda, claro. Lo que
si había era una inmensa mayoría no favorecida por el Dios Mercado, y entonces
condenada a verla de afuera. Lo que si había era un arrodillamiento de lo
nacional en favor de lo europeo y yanqui. Lo que si había era una obscena (re)
instauración de la división internacional del trabajo, regando el país de
galpones vacíos en virtud de un aparato productivo raquítico, diciéndonos que
por estos lares sólo teníamos que dedicarnos a la exportación de materias
primas. Aunque hace un siglo, al igual que al inicio de este proceso político
que nos moviliza a muchxs argentinxs, Pellegrini señalara con sapiencia que "Es necesario que en la
República se trabaje y se produzca algo más que pasto".
La
derecha es terca y está loca, porque pretende convencernos de que la cabeza
actual del proyecto político que viene brindando soluciones en la realidad
efectiva hace una década lo es. Proyecta obscenamente, ninguneando de manera
grosera la existencia de un escenario nacional y mundial que expone el profundo
fracaso de todos y cada uno de sus postulados. Entonces, el quid de la cuestión
reside -y ésto obviamente no es nuevo- en lograr que la mayor cantidad de
personas posibles comprenda la complejidad del mapa geopolítico actual, y las
consecuencias que históricamente han acarreado (y acarrean) las políticas
neoliberales, y cuales se desprenden de aquellas que vienen implementándose en
nuestro país desde el año 2003. Es decir, conseguir que un número considerable
de compatriotas frente a un pronóstico (autopostulado como) serio sea capaz de
advertir la presencia del buzón y, como decía un viejo sabio por radio, pensar
interiormente "a mí no me la vas a contar".
*Publicado en noviembre de 2013 por Generación. http://www.periodicogeneracion.blogspot.com.ar/2014/01/generacion-n-30-noviembre-2013.html